Y ahora hablemos de liberación, de cómo
liberarnos de los ciclos terrenales y salir del samsara. ALGO MUY IMPORTANTE
PARA TODO BUSCADOR.
Llegó a mis manos otro libro de Felix Gracia
titulado “Hijos de la Luz” y me cautivó, porque mi interior sabia con certeza
que lo que expone en este libro es así efectivamente. Veamos habla de
reencarnación y resurrección.
“En occidente la reencarnación no es un
concepto fácilmente aceptado debido, fundamentalmente, a que la religión
postula otra solución entendida como resurrección. Dos caminos distintos
nacidos de objetivos diferentes.
Reencarnación y resurrección son dos conceptos excluyentes, dos vias
alternativas ofrecidas al mismo protagonista, que es el hombre caído, pero
cuyos efectos son radicalmente distintos. Esa es la clave. El hombre caido, el que se cree del mundo, el
que ha “pactado” con el ínferos, con este mundo que cree tan real, el
encadenado a la Ley de los mundos inferiores es el que reencarna una vez tras
otra, porque la reencarnación es el recurso de la Ley para mantener el
encadenamiento, para prolongar la ilusión.
Reencarnar, en consecuencia, no es ninguna solución, sino la prueba más
palpable de estar “enganchado” a la película virtual. La prueba de que estamos
“muertos”.
De poco sirve, pues, opinar acerca del
tipo de encarnación que estamos protagonizando. Ni siquiera el hecho de tener
una encarnación, aparentemente ventajosa, puede ser motivo de satisfacción. De
nada sirven tales reflexiones sino es para la autocomplacencia. Cada
reencarnación, cada vida que se inicia está organizada conforme a la Ley que la
regula, cuya tendencia, ya lo hemos advertido, es perpetuarse. Pero también es cierto que en ella se dan
todas las circunstancias para que el dormido despierte; las condiciones
suficientes para que el hombre caido salga de su encadenamiento. Cada
encarnación, en definitiva, es una oportunidad para poner fin a la rueda.
Cuando esta experiencia se da, cuando el
hombre caido descubre el engranaje que le mantiene encadenado, cuando ha
comprendido que –Dios es ajeno al dolor, cuando acepta que no ha habido
separación, ni pecado, ni condena, cuando se siente amado por el Padre sin
límite ni condiciones, cuando acepta que es un ser bienaventurado, heredero del
cielo, cuando decide volver a la casa del Padre poniendo fin al exilio,
entonces, el hombre caído, el morador del infierno, el “muerto” ¡resucita¡. La
resurrección es el fin del exilio, la liberación de la Ley del ínferos, la recuperación
del Paraíso, el nacimiento del Hombre Nuevo.
Asi como la reencarnación acompaña al
hombre caido, al que las escrituras llaman Hombre Viejo, la resurrección es el
sello de identidad del hombre liberado, del ascendido a la Gloria. La
reencarnación sucede a la muerte fisica sin que nada esencial haya cambiado,
mientras que la resurrección se produce en vida y es la evidencia de un cambio
trascendental: el hombre caído ha salido
de su estado de dependencia recuperando el estado original. ¡El hombre “muerto”
ha resucitado¡.
Jesús recorrió el mismo camino de los
hombres y tal vez cayó en sus mismos abismos de soledad y temor, porque su
función en el Plan no era actuar con ventaja, sino despejar el camino de maleza
o, tal vez, trazar el camino. Toda la atención del Plan de Dios, estuvo
centrada en Él. El Universo entero siguió, conmovido, sus pasos. Jesús era la esperanza de toda la Creación y
la clave del Plan para el cumplimiento total de la Ley. Ese fue su pacto de
amor. Eso fue lo que le trajo al mundo: el cumplimiento de la Ley.
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